La comparsa de los negros…

al sur de la ciudad de Montevideo a fines del siglo XIX .

Origen de las llamadas.

La presencia de africanos y de sus descendientes en el Río de la Plata a partir del último tercio del siglo XVIII transformó considerablemente la estructura social y económica de la región. A veces obligados —como en la concurrencia a recibir la doctrina cristiana y en el trabajo— y otras en forma voluntaria —como en las cofradías, salas de nación, clubes y sociedades—, fueron gestando a lo largo del tiempo formas de participación y sociabilidad que supusieron a su vez diferentes tipos de producción simbólica; siempre en relación asimétrica con la sociedad en su conjunto y los sectores dominantes.
Las repúblicas nacientes en el Río de la Plata fueron construyendo sus imaginarios de nación bajo signos militaristas, criollos y de tez blanca con discursos en los que los aportes y la participación de las poblaciones de origen africano eran obviados, o al menos minimizados, pues se ubicaban en la senda contraria hacia la civilización y el progreso.

En este contexto es que los afrodescendientes plantearon diferentes formas de participación en la construcción de los relatos de identidad en un contexto de consolidación y modernización del Estado Nación.

SAN BENITO Y SAN BALTASAR

La utilización de santos negros y la posterior fundación de cofradías bajo la advocación de esos santos —a solicitud de los propios africanos ya evangelizados— fueron instrumentos de control social y religioso en la América, constituyéndose a su vez en elementos aglutinantes de la población de origen africano. En Montevideo revistieron importancia en este sentido San Benito de Palermo (1773) y San Baltasar (1787), ambos con sus correspondientes cofradías —que funcionaban en la Iglesia de San Francisco y en la Iglesia Matriz, respectivamente. En las fiestas de estos santos se realizaban procesiones a las iglesias, estableciéndose recorridos y ocasiones en que los africanos y sus descendientes circulaban por las calles ejecutando sus músicas y sus danzas. La iglesia, que jugaba un rol preponderante en la construcción del espacio urbano, se convertía de este modo y en este contexto en un lugar de sociabilidad para la población de origen africano que comenzaba a tejer redes de asociación y solidaridad.


El objeto principal que perseguía la iglesia con la erección de cofradías era la integración de los negros libres y esclavos a las estructuras sociales imperantes. Isidoro Moreno señala que esta integración convertía a la iglesia en un espacio social común en el que cohabitaban grupos sociales antagónicos: amos y esclavos; blancos y negros, donde de alguna manera los conflictos sociales eran resueltos al trasladarlos al espacio de lo simbólico. De esta manera, la Iglesia, su atrio, los recorridos en las procesiones conformaban espacios sociales y territoriales en los que la población de origen africano se hacía visible para el resto de los habitantes de la ciudad, así como también se visibilizaban sus prácticas.
En la documentación disponible aparecen claras diferencias entre estas dos devociones: mientras que la devoción a San Benito de Palermo aparece relacionada casi exclusivamente a actividades de la cofradía dentro de la iglesia y al culto católico, la devoción a San Baltasar incorpora a otras instituciones externas a la iglesia (las salas de nación) y prácticas que parecen tener una vinculación con imágenes de africanidad, que —por supuesto— son advertidas y condenadas por las autoridades.

LAS SALAS AFRICANAS DE NACIÓN

Es hacia el inicio del conflicto bélico conocido como Guerra Grande que se organizan
formalmente las salas africanas de nación en las que los africanos se reunían, en principio, según sus lugares de procedencia, conformando espacios asociativos de tipo étnico.
Los bailes al son de tambores y otros instrumentos musicales, así como la danza, estaban presentes en las celebraciones dentro de estos lugares. A su vez, desde allí partían procesiones a las iglesias en los días de fiesta de los santos que irían conformando espacios urbanos cargados con la presencia simbólica de sectores de la población de origen africano. Es la existencia de espacios asociativos y las prácticas asociadas a éstos —no la mera presencia de población de origen africano— la que favorecerá y dará continuidad a estas manifestaciones signadas por una fuerte adscripción territorial, barrial. En la ciudad de Montevideo estos espacios estaban ubicados al sur de la ciudad amurallada durante el período colonial y al menos las primeras dos décadas del período republicano. El llamado Paseo del Recinto era el lugar donde los africanos realizaban sus reuniones. Sucesivas prohibiciones y reglamentaciones a partir de 1808 fueron segregando de la ciudad a las manifestaciones de la población de origen africano.

Durante el gobierno de Fructuoso Rivera un Edicto de Policía establecía: «Prohivese
absolutamente los bailes de negros en la Capital y en lo sucesivo se harán en la parte exterior de la Ciudad, frente a la Ciudadela hasta las inmediaciones del Cordon; y de ningún
modo en el interior de las casas» y dejaba la vigilancia del cumplimiento de las disposiciones del edicto en manos de los «Comisarios de Policía de la Capital y Extramuros».

La recurrencia de estas prohibiciones muestra la insistencia de los africanos y descendientes de éstos en ocupar los espacios (calles, mercado, etc.) a pesar de los trámites que debían realizar ante las autoridades para poder realizar las reuniones,10 además de la pretensión de las autoridades de no hacer visibles las prácticas de los negros libres y esclavos a los ojos de los «buenos vecinos».
Hacia 1838 se planea nuevamente reglamentar los Candombes de morenos, tal como
aparece en un edicto de la Intendencia General de Policía que el diario El Nacional publica el día 28 de julio de 1838: La Intendencia general de Policía, se ocupa actualmente de reglamentar y destinar el lugar donde deben en lo sucesivo permanecer los candombes de morenos, entre tanto ha dispuesto se observen desde esta fecha los artículos siguientes. 1.º Queda prohibido todo bayle de candombes con tambor en lo interior de la ciudad, debiendo permanecer por ahora los que se hallen situados frente la muralla del sud. 2.º Dichos candombes de tambor deberán solamente tener sus reuniones en días festivos debiendo terminar sus bayles á las 9 de la noche.

La ubicación de los «candombes» en la parte sur de la «ciudad vieja» es confirmada por la prensa de la época. El diario El Orden informaba sobre los festejos del día de reyes al sur de la ciudad, anotando que «sobresalía de todos y llamó la atención de la concurrencia, el palacio (según ellos) situado frente al antiguo recinto, en el cubo del Sud».

En 1853, luego de finalizada la Guerra Grande, un edicto del departamento de Policía volvía a reglamentar los lugares en que los negros podían manifestar sus antiguas costumbres, prohibiendo a su vez que lo hiciesen «dentro de la población del departamento inmediatos a las casas de los vecinos». Justificaban esta resolución en el elevado número de personas que asistían a las reuniones, y en lo ruidosos que eran los instrumentos que empleaban en los bailes.
El artículo 2 de ese edicto señalaba los lugares en que los afrodescendientes podían realizar los bailes y reuniones según la zona a la que pertenecieran:
Se señala como puntos en que puede permitirse y tener lugar dicha reunión el descampado ó terreno público que se encuentra distante del vecindario al Sud de la ciudad nueva en las inmediaciones del antiguo cementerio, ó local que para el efecto se proporcione en esas inmediaciones, para los que pertenezcan á la antigua y nueva ciudad.

En el Cordón para los de aquel punto, se señala del mismo modo la parte de terreno público que se encuentra al Sud de la calle que pasa por la antigua cancha de pelota.
En la Aguada igualmente hacia el Norte de la capital y en la Villa de la Unión hacia el Sud en el punto que indicara el comisario de aquel lugar; observando las mismas precauciones que en los parajes arriba manifestado.
Con el derrumbe de las murallas de la ciudad y la posterior expansión de su casco urbano, se produjeron desplazamientos de las poblaciones de bajos recursos a medida que los terrenos y propiedades adquirieron mayores valores. En Montevideo parte de este ensanchamiento —en un principio espontáneo— se produjo hacia el sudeste, a las zonas denominadas como Sur de la Nueva Ciudad primero y luego al Pueblo de Palermo, hoy en día barrios Sur y Palermo, ambos ubicados a orillas del Río de la Plata.

Las sucesivas reglamentaciones policiales sobre los lugares de reunión de los africanos desplazaron tempranamente a algunas «salas de nación» hacia la zona sur de la denominada Nueva Ciudad. Ésta, si bien ya había sido trazada, continuaba siendo un descampado. Lino Suárez Peña (1933) brinda la ubicación —probablemente hacia mediados del siglo XIX— de algunas salas de nación:
– Congos Africanos: Ibicuy esquina Soriano
– Minas Magi: Maldonado esq. Ibicuy
– Minas Nagó: Joaquín Requena y Durazno
– Banguela: Ibicuy esq. Durazno
– Murema: Rio Negro entre Durazno e Isla de Flores

Fuente: Negros modernos:vmúsica, territoriovy asociacionismo al sur de la ciudad de Montevideo a fines del siglo XIX . GUSTAVO GOLDMAN

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