Viaje alrededor de Julio Verne

Cuentos de viajes … en caída libre

El escritor Jules Gabriel Verne Allotte nació el 8 de febrero de 1828 en la ciudad portuaria de Nantes, más concretamente en Feydeau, un islote arenoso anclado en la desembocadura del río Loira como un viejo barco -precisamente, islas y barcos serán una constante en sus novelas-. Era hijo del abogado Pierre Verne y de Sophie Allotte de la Fuÿe, miembro de una familia de armadores bretones y escoceses enriquecidos con el comercio colonial. Julio fue el primero de los cinco vástagos; lo seguirían Paul, Anna, Mathilde y Marie.
La pareja se instaló en un principio en casa de los padres de los Allotte, en Feydeau, en otros tiempos zona residencial de la gran burguesía enriquecida con la explotación de los esclavos negros de las plantaciones de caña de Santo Domingo.

La abolición de la esclavitud y la crisis de la Compañía de Indias trajo la ruina a muchas de estas familias, por lo que la isla se abrió a la pequeña burguesía emergente. En el siglo XIX, Nantes era uno de los más importantes puertos de Francia y el tráfico de goletas y bergantines con especias y tejidos de las colonias era constante.
El joven Verne se educó en un ambiente austero y muy riguroso. Pierre Verne ejercía el férreo control que la burguesía de la época tenía reservado para el pater familias. Católico, metódico y autoritario, educó a sus hijos con mano dura lo que, hasta sus últimos días, produjo un profundo resentimiento en Julio.

Poco es lo que sabemos de la madre, salvo que su ternura compensaba la severidad paterna y que su gran imaginación y su pasión por el arte fueron heredadas por su primogénito. En los legajos de los antepasados viajeros de la familia fue donde el pequeño Julio y su queridísimo hermano Paul, un año menor que él, tuvieron su primer contacto con tierras ignotas y aventuras fantásticas.

Entre 1833 y 1846 se desarrollaron sus estudios, primero en el pensionado de madame Sambain, después en la escuela Saint-Stanislas y finalmente en el Liceo Real. Su primera maestra, madame Sambain, impresionaría profundamente al niño Verne, que con 6 años ya escribía. Como una nueva Penélope, la señora Sambain esperaba a un marido que, como capitán de barco, había partido hacía más de treinta años. Ella no perdía la esperanza de su regreso y se autoengañaba con la posibilidad que se hallara en una isla desierta sin poder volver. El joven Verne recordaría esta historia para crear a una de sus pocas heroínas, la protagonista de Mistress Branican, novela publicada en 1891.

Obligado por su padre, Julio partió con 19 años a París para continuar sus estudios de leyes, mientras el bufete familiar lo esperaba en Nantes. El deseo de separarlo de su prima Caroline Tronçon, el primer amor que recordaría toda su vida, también tuvo que ver en la decisión paterna. Pero a Verne lo que le gustaba de verdad era el teatro, y a ello se iba a dedicar una vez alejado de la vigilancia de su progenitor.

En el París de las barricadas
Le 28 Juillet. La Liberté guidant le peuple . (Eugène Delacroix)

En abril de 1847 Verne llegó a París, se alojó en casa de su tía abuela Charrüel y aprobó el primer examen de Derecho. Al volver a Nantes, se enteró del compromiso de su prima con un joven acaudalado, lo que lo sumió en una profunda melancolía. Su primera obra teatral, Alejandro VI, data de 1847. Al año siguiente se anunció el enlace de su prima, y el joven Verne se marchó nuevamente a París para continuar sus estudios y alejarse de «la boda execrable», como la llegaría a calificar en una de sus cartas. Pierre Verne, asustado por los acontecimientos políticos, desaconsejó el viaje a su hijo, a quien finalmente hizo prometer que se mantendría alejado de las barricadas.

En junio de 1848 estalló la revolución, que recorrió gran parte de Europa y que trajo una nueva fuerza social a la palestra: el proletariado. La vida de Julio iba a transcurrir entre unos hechos políticos vitales para la historia de Francia, los que dieron luz a la Segunda República, el Segundo Imperio y la Tercera República. Él se mantuvo al margen de estos acontecimientos, pues actuó solo en casos puntuales. Podemos decir que Julio Verne fue un buen burgués, laico, conservador y republicano, que después fue decantándose hacia unas posiciones progresistas. Algunos han visto incluso veleidades libertarias en ciertos héroes suyos, como el capitán Nemo. En algunas de sus obras criticó el colonialismo británico, pero fue comprensivo con el francés. Años después, en su retiro de Amiens, se presentó a las elecciones municipales con una lista ultrarevolucionaria, pero no por sus ideas políticas sino porque era la única forma de garantizar que saliese elegido.

Llegó a París coincidiendo con la presentación de la Constitución Republicana, redactada por Lamartine. Primero se alojó en una pensión y más tarde en una buhardilla compartida. En 1849 acabó su carrera de Derecho, pero ya estaba decidido a dedicarse a la literatura. Su padre le mandaba una exigua asignación que gastaba en libros. Durante mucho tiempo se alimentó a base de pan y leche, y solo tenía un viejo traje para asistir a los cenáculos literarios en los que lo había introducido su tío Châteaubourg.

En 1850, gracias al apoyo de su protector Alejandro Dumas padre, estrenó su obra Las pajas rotas. Fue en esa década cuando comenzó a escribir en el Museo de Familias muchas obras que se convertirían en novelas. Cuando su padre le retiró la asignación, trabajó como secretario en el Teatro Lírico. Se levantaba a las cinco de la mañana para escribir, luego iba a la Biblioteca Nacional para elaborar sus famosas fichas y recibía clases de matemáticas de su primo Garcet, para luego ir al trabajo. Con ese ritmo de vida, pronto le sobrevinieron el insomnio, los dolores de cabeza y una parálisis facial que lo iban a acompañar toda su vida.

Su padre le recomendó una boda de conveniencia, a la que accedió. En un viaje a Amiens conoció a una joven viuda con dos hijas, Honorine de Viane, con la que se casaría en 1857. Su cuñado le proporcionó un empleo en la Bolsa de París y su situación económica mejoró. Siguió escribiendo obras teatrales y operetas musicales. En 1861 nació su único hijo, Michel Verne, con el que mantendría una difícil relación, ya que llegó a encerrarlo en la cárcel y a desterrarlo a la India. Al final, no obstante, iba a ser uno de sus mayores colaboradores. En 1862 empezó a trabajar en la primera novela de la serie que lo haría famoso, la novela científica. El fotógrafo Nadar, su amigo y socio, le presentó al editor Hetzel, con el que firmó su primer contrato ese mismo año.

Los Viajes Extraordinarios

La epopeya verniana de los Viajes extraordinarios fue el espaldarazo de salida del Julio Verne novelista. Editadas en un principio a modo de folletines por entregas sucesivas, pronto contaron con el apoyo popular. La colección está compuesta por más de sesenta títulos, que comenzaron a editarse en 1863 con Cinco semanas en globo, cuando su autor tenía 35 años. Fue inspirada en las aventuras aeronáuticas de su amigo Nadar, que aparecería en la novela como Ardan, en un claro anagrama.

Antes de ser editado por Hetzel, el original de Cinco semanas en globo fue rechazado por quince editoriales. Su editor fue en parte el creador del estilo literario de Julio Verne. Las correcciones y sugerencias de Hetzel en esa primera novela y las siguientes fueron decisivas para que Julio viera su sueño cumplido, publicar la novela científica. Sus más de 25.000 fichas y la colaboración de diversos amigos investigadores le ayudaron para lograr su amplia documentación.

Él, que siempre rehusó el apelativo de profeta de la ciencia, no predijo tantos inventos como se le atribuyen, pero sí muchos, y con extraordinaria precisión. En 1863 presentó otra novela a su editor, París en el siglo XX. A Hetzel le pareció tan pesimista y fantasiosa (preveía la invención del fax y la red del metro de París), que la rechazó. Tendrían que pasar 130 años para que se publicase.

Jules Verne [Édouard Riou]; The Voyages Extraordinaires (Pierre-Jules Hetzel), France, ca. 1870.

El Verne oculto

En una carta enviada a uno de sus más fervientes lectores, el periodista italiano Mario Turiello, Verne escribió: «Me siento el más desconocido de los hombres». Esto, unido al celo que siempre demostró por resguardar su vida privada y a la quema de papeles que se le atribuye al final de sus días, ha facilitado todo tipo de especulaciones sobre su vida. Entre ellas, su pretendida homosexualidad -por su afición a organizar bailes de travestidos o la relación con sus amigos Hignard y Briand- o su amor secreto con madame Duchêne.
Además, no hay listado de masones ilustres que se precie que no incluya a Julio Verne, aunque la realidad es que, de momento, no hay ninguna base documental que avale dicha afirmación. Los expertos vernianos han buceado en los archivos de la federación de logias Gran Oriente y en otras fuentes sin encontrar rastro del escritor. Los que sostienen la tesis del Verne masón, sin embargo, se apoyan en no pocas pistas dejadas en su obra.

En novelas como Viaje al centro de la Tierra y Las indias negras, se describen ritos masónicos. También es sabido que cultivó la amistad de masones, como su propio editor Hetzel, Nadar o Dumas. Para los defensores de esta hipótesis, la tumba de Julio Verne en Amiens sería su último legado. Construida con las medidas del número dorado, la escultura con el brazo levantado se apoya en la piedra cúbica fundacional masónica.
Asimismo, el epitafio también tiene claras inspiraciones alquímico-teosóficas: «Hacia la inmortalidad y la eterna juventud».

Otro punto oscuro de su personalidad es su presunta misoginia. En sus novelas hay 900 protagonistas varones, frente a tan solo 90 mujeres. Además, todas ellas, salvo algunas honrosas excepciones, tienen un papel secundario y muy acorde con los roles tradicionales que la sociedad del siglo XIX les reservaba. Con respecto a este punto, la doctora Isabel Gracia comenta en su tesis sobre Verne: «Recordemos que durante la Revolución de 1848 las esperanzas feministas son abortadas. La misoginia invadía incluso a Proudhon, de quien es famosa la frase: A la mujer, la casa; al hombre, la plaza pública¿ […]». En este sentido, es claro que Verne fue un hijo de su tiempo y que sus mundos literarios eran principalmente masculinos.

No nos vamos a referir aquí a las pretendidas lecturas esotéricas de las obras de Verne o a los juegos de palabras y anagramas que escondían. Pero sí haremos mención a otro mito que lo acompañó hasta su muerte: su clasificación como autor de novelas juveniles. La colección de los Viajes Extraordinarios nació con una vocación claramente pedagógica, para la divulgación geográfica y científica entre los jóvenes de las familias burguesas, como dejó escrito Hetzel en le prefacio de las Aventuras del capitán Hatteras. Pero la realidad es que la dimensión de las obras vernianas ha roto con esa etiqueta. Aunque en la primera época sus novelas tenían ese carácter divulgador, pronto maduraron con el propio autor y adquirieron unos contenidos más filosóficos y políticos, con un acusado pesimismo. Además, el escritor galo era poseedor de un rico mundo simbólico y legendario que aflora en sus textos cuando traspasamos la lectura de las meras peripecias aventureras.
En la actualidad, podemos decir que personajes como el capitán Nemo están a la altura de los mejores ejemplos de la literatura mundial.

Nace la leyenda

En sus últimos tiempos, Verne se volvió más hermético y pesimista. La ciencia y la técnica liberadoras se convirtieron en potencial amenaza en sus obras. Llegó a predecir la bomba atómica en Ante a la bandera y el nazismo en Los quinientos millones de la Begún.
Residió definitivamente en Amiens, donde su sobrino Gastón, al parecer perturbado, le descerrajó un tiro en una pierna tras recibir una negativa ante una petición de dinero. Cojo y casi ciego por las cataratas, Julio murió por una crisis de diabetes en Amiens el 24 de marzo de 1905. Tenía 77 años y poseía la Legión de Honor, que había recibido en 1870.

El último de sus cuentos es, una vez más, de estremecedora actualidad, vistos los sucesos del tsunami que arrasó en diciembre del 2004 el sudeste asiático. Se titulaba La invasión del mar.

Ilustración: Alphonse de Neuville

Fuente: http://www.jverne.net


Julio Verne: del papel a la pantalla.

No es posible separar los libros de Julio Verne de las ilustraciones que acompañaron originalmente a las primeras ediciones de Hetzel. En las ediciones actuales se siguen reproduciendo los dibujos que artistas como Leon Bennet, Alphonse de Neuville, y Eduard Riou crearon bajo las muy precisas indicaciones de Hetzel y Verne. Sin embargo, y a pesar de su talento, es poco lo que sabemos acerca de estos artistas (y menos aún de los grabadores que hicieron posible su difusión).

Edouard Riou (1833-1900)

Discípulo de Daubigny y Gustave Doré, ilustró las primeras y más conocidas novelas de Verne, y fue reconocido en la Francia de su tiempo como un destacado ilustrador de obras literarias de gran relevancia, simultaneando con su labor como pintor de paisajes e ilustrador de noticias de alcance por todo el mundo, como la apertura del Canal de Suez.


Alphonse de Neuville (1835-1885)
In the Trenches (Alphonse de Neuville)

Fue alumno de Delacroix y destacó como pintor de batallas y escenas militares.

A Neuville le debemos la mayor parte de las estampas correspondientes a 20.000 Leguas de Viaje Submarino. Ésta es, según algunos, la novela más personal y ambiciosa de Julio Verne.

La Botánica, la Geografía, la Zoología, la Ciencia Ficción: a modo de Speculum Majus, todo se da cita en 20.000 Leguas (y en el centro de todo ello, el Capitán Nemo, prototipo del héroe romántico, presa del cinismo, hombre de ciencia y de vasta cultura, y casi un precedente del quintaesenciado Jean Floressas des Esseintes, personaje del que Joris Karl Huysmans nos contaría sus aventuras domésticas y sus experimentos de alambique estético en A Rebours).

Neuville fue el encargado de abrir ante nosotros las escotillas del submarino, el que nos permitió andar por el fondo marino, visitar las grutas, y contemplar las especies más sorprendentes de peces y celentéreos.

Underwater landscape of Crespo Island.
From Vingt mille lieues sous les mers (Twenty thousand leagues under the seas), by Jules Verne, illustrated by Édouard Riou and Alphonse de Neuville, Paris, 1871.

Verne tuvo otros ilustradores, algunos muy prolíficos y que trabajaron durante largos periodos para el novelista y el editor, como el incansable viajero.

Leon Benett (1839-1917) o George Roux (1850-1929).

Sin embargo, la opinión de los críticos acerca de las ilustraciones de estos últimos creadores es irregular. Lo verdaderamente cierto es que el impacto visual ejercido por las imágenes contenidas en las ediciones originales ha sobrevivido en el tiempo como la piedra angular sobre la que se construye el edificio.

Verne ha sido llevado al cine en innumerables ocasiones, y en todas ellas se trasluce el eco de estos ilustradores, pero ocurre de un modo muy especial en el caso de Georges Meliés y el de Karel Zeman.


George Meliés (1861-1938)

Ilusionista, empresario, dibujante y director de cine, muestra en su cine una fuerte influencia de Verne. Cada una de sus películas lo debe casi todo a la literatura fantástica y a cuanto pertenezca al mundo de la magia y de lo imposible.

En 1907 diseña y dirige 20000 Lieues Sous Les Mers. Aquí Meliés tuvo presente de forma directa las imágenes de Neuville en sus bocetos para los telones pintados que usaba como única ambientación de sus escenas.

Meliés construía sus encuadres, ya lo sabemos, de un modo estático, pero la superficie pintada de los telones era barroca, farragosa, preciosista, decadente, y quizás cargada del movimiento y la vibración que no supo imprimir de otro modo.

Para rodar escenas submarinas, Meliés inventó un truco que tendría un gran desarrollo posterior. Se trataba hacer la toma en cuestión a través de un tanque lleno de peces que se colocaba delante de la cámara, y enfocando a los actores colocados delante de la tela pintada.

Pero la aventura personal de Meliés no se adentró únicamente en el fondo del mar, ya que es de sobra conocido su Viaje a la Luna (1902), donde la fantasía de los paisajes y aparatos que aparecen en pantalla citan directamente las imágenes de las novelas de Verne.

Cuando el director checoslovaco Karel Zeman (1910-1989) acometió el proyecto de adaptar en un solo filme varias historias de Verne, lo hizo sobre la base de dos referentes claros: por un lado las imágenes de los ilustradores de Verne en papel, y por otro el precedente de Meliés. Pero Zeman no era un director al uso. Bajo el influjo de toda la tradición teatral y marionetística propia de Checoslovaquia, así como las innovadoras creaciones animadas del gran Jiri Trnka, Zeman realizó a una serie de películas asombrosas por el preciosismo y el sentido artesanal de la producción.

Vynález Zkázy (1958, aka The Fabulous World of Jules Verne) es un film que tiene un curioso regusto a Meliés (aún estando rodada en los años 50, y retomando trucos como el de rodar a través de una pecera las escenas submarinas), y que, a diferencia de otras producciones, no cita plásticamente a los ilustradores del siglo XIX, sino que, mediante complejas técnicas de animación, parecemos contemplar, durante 78 minutos de verdadera delicia, unos grabados y estampas que cobran movimiento, casi como si viéramos un collage en movimiento. Vynález Zkázy es una cuidadosa imitación del aspecto de aquellas imágenes decimonónicas reconstruidas con mimo y con una pericia técnica asombrosa.

Fuente: rrose.espacioblog.com


A Trip to the Moon (1902) . Coloreado a mano

https://youtu.be/CEQQefvfnk4

George Meliés / 4 October 1902

IMDB

Una caricatura de Julio Verne en el fondo del mar con fantásticas criaturas marinas. Leyenda : “Recopilación de las mejores fuentes de información auténtica sobre el mundo submarino”. Portada de la revista “L’Algerie”, 15 de junio de 1884. La firma del artista parece decir “J. Chape”

 

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