Atenea y Hefesto: Los dos en nosotros.

Por Ananda Kentish Coomaraswamy

En la producción de cualquier cosa hecha con arte, o en el ejercicio de cualquier arte, están implicadas simultáneamente dos facultades, respectivamente imaginativa y operativa, y libre y servil.
La primera consiste en la concepción de alguna idea en una forma imitable, y la segunda, en la imitación (mimesis) de ese modelo invisible (paradeigma) en un material determinado, que es, así, informado.
La imitación, el carácter distintivo de todas las artes, tiene, por consiguiente, un doble aspecto: por una parte, el trabajo del intelecto  y, por otra, el de las manos.

Estos dos aspectos de la actividad creadora corresponden a los “dos en nosotros”, esto es, nuestro Sí espiritual o intelectual y nuestro Ego sensitivo y psicofísico, trabajando juntos.
La integración de la obra de arte dependerá de la medida en que el Ego pueda y quiera servir al Sí, o, si el patrón y el operario son dos personas distintas, del grado de su entendimiento mutuo.

La naturaleza de estas dos facultades, que son respectivamente la causa formal y la causa eficiente de la producción de obras de arte, se define claramente en la relación que hace Filón de la construcción del Tabernáculo: “Esta construcción le fue claramente explicada a Moisés en la Montaña por declaraciones divinas.

Él vió con el ojo del alma las formas inmateriales de las cosas materiales que había que hacer, y esas formas tenían que ser reproducidas como imitaciones sensibles, por decirlo así, del gráfico arquetípico y de los modelos inteligibles … Así, el tipo del modelo se imprimió secretamente en la mente del profeta como algo pintado y moldeado secretamente en formas invisibles sin materia; y entonces la obra terminada fue elaborada con arreglo a este tipo imponiendo el artista esas impresiones respectivamente en las sustancias materiales apropiadas”; y en términos más generales por S. Buenaventura, quien señala que “la obra de arte procede del artista con arreglo a un modelo existente en la mente; el artista descubre antes de producir, y luego produce según ha predeterminado.

Es más, el artista produce la obra externa con la mayor semejanza posible al modelo interior”.

El Juicio de París, Rubens

La obra de arte es, pues, un producto a la vez de la sabiduría y el método, o la razón y el arte (sophia o Logos, y techne).

Cabe señalar que las referencias primarias de las palabras sophia y episteme, cf. El hebreo hochmâ y el sánscrito mâyâ, atañen a la “habilidad” o “ciencia” del artista, a partir de las cuales se ha desarrollado el sentido de “sabiduría”; y que mientras que techne a menudo puede traducirse por “arte” en cuanto opuesto a “labor sin arte” (atechnos tribe) , esta distinción es la misma que existe entre la simple “industria” (tribe) y el “método” (methodos).

Equivale lo mismo decir que en cuestiones de artesanía o manufactura hay una parte más relacionada con la ciencia, y otra menos, y que “sin enumeración, medida y peso, las artes serían relativamente sin valor … y una cuestión de mera práctica y trabajo”; o distinguir arte y mera experiencia de ciencia, aunque el artista necesita ambas cosas.

Todas estas fórmulas constituyen un antecedente de las medievales Ars sine scientia nihil y Scientia reddit opus pulchrum. Reconocemos que para que algo esté hecho “bien y fielmente” es indispensable la cooperación de las manos como causa eficiente y el intelecto como causa formal.

El propósito del presente artículo es llamar la atención sobre el hecho de que estas ideas encuentran expresión mitológica en términos de la relación entre Atenea y Hefesto, siendo la primera la diosa de la Sabiduría que surgió de la cabeza de su padre Zeus, y el segundo, el titán herrero cuyas maravillosas obras son producidas con la ayuda de Atenea como coadjutora.

Venus en la fragua de Vulcano, Louis Le Nain

Atenea y Hefesto “comparten una naturaleza común al haber nacido del mismo padre” y viven juntos en un santuario común o, por decirlo así, en la misma casa: ella es la “mente de Dios”, y es llamada también Theonoe, y él es “el noble vástago de la luz”.

De ellos derivan todos los hombres sus conocimientos de las artes, ya sea directa o indirectamente; “Hefesto, famoso por su arte, ayudado por Atenea de los ojos brillantes, enseñó obras gloriosas a los hombres de la tierra”; o fue Prometeo quien les robó “la sabiduría artística inmanente y el fuego” y los dio a los hombres “como dote divina”.

Aquí las palabras entechnos y moira significan que el “artista humano está en posesión de su arte” es tal por participación en el poder creador del Maestro Arquitecto. De hecho, Atenea y Hefesto, “concordando en su amor a la sabiduría y a la artesanía, eligieron juntos esta tierra nuestra como naturalmente adecuada para ser el hogar de la virtud y la sabiduría, y en ella establecieron como naturales del país a hombres buenos, y pusieron en sus mentes la estructura del arte de gobernar”.

Todo esto significa que el artista humano -por ejemplo, un herrero en su herrería- que está en posesión de su arte tiene dentro de sí tanto una sabiduría como un método, una ciencia y una habilidad; y que como hombre completo, responsable de ambas operaciones, la libre y la servil, y capaz por igual de imaginación y ejecución, es a la vez de la naturaleza de Atenea y de Hefesto: es Atenea la que inspira lo que Hefesto efectúa.

Así, tenemos a Fereclo, “cuyas manos sabían formar todo tipo de obras maravillosas porque Atenea lo amaba”,y al carpintero de quien se dice que es “un maestro de la sabiduría en cuanto a la forma, por los dictados de Atenea”.

En esta relación, la función de Atenea, por cuanto ella es el origen de la causa formal o modelo de la obra que hay que hacer, es esencialmente autoritaria y paternal más bien que receptiva o femenina, y no nos debe sorprender que la “inspiración” del artista, o “el poder divino que le mueve”, a menudo sea llamado “el Dios”, el “Daimon” inmanente, o Eros, es decir, el Espíritu que la propia palabra “inspiración” indica.

Por otra parte, cuando el “mecánico meramente productivo” que no comprende lo que está haciendo, por muy industrioso que sea, sólo realiza la operación servil, su servicio se convierte en una cuestión de mera “labor imperita” y él es reducido a la condición del simple esclavo que recibe dinero de un amo, o de simple “mano”, más bien que del arquitecto o amante de la sabiduría.

Ésta es precisamente la situación del moderno obrero del trabajo en cadena, en quien el sistema industrial, ya sea capitalista o totalitario, ha separado a Atenea de Hefesto.

Fuente: traditioperennis.com

“ Minerva Victorious over Ignorance, circa 1591 Bartholomeus Spranger ”

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